Facebook, un invento del demonio

«Facebook te ayuda a comunicarte y compartir tu vida con las personas que conoces» es el cursi-eslogan que te recibe al abrir la susodicha web, una popular red social (fórmula recurrente en los medios para referirse a la dichosa paginita) que permite a sus usuarios subir fotos, vídeos, enlaces, publicar cada parida que se les ocurra, suscribirse (o hacerse seguidor de) a las causas, conceptos, personas o personajes más peregrinos y, en última instancia, «comunicarte y compartir tu vida con las personas que conoces».

(Aunque no pone eso en la página de inicio, otra de las utilidades de Facebook es que las empresas puedan perseguirte con sus ofertas, y también los partidos políticos, que han descubierto dónde nos metemos todos esos que no vamos a los mítines a jalear sus proclamas y por eso se han infiltrado en este y otros espacios, con desigual suerte y decoro).

El problema principal de Facebook, aparte de que es un caótico batiburrillo imposible de organizar, ni con tus cosas (que aparecen sin ton ni son en tu muro y a veces días después de que las hayas publicado en otro sitio) ni con las de los demás (aquí se aplica lo mismo que en el anterior paréntesis), es que tú puedes encontrar a quien quieras, pero los demás también pueden encontrarte, quieras o no.

Admito que es interesante tener controlados a tus amigos, a los que ves todos los días y a los que no, y contactar con gente con la que estudiaste o trabajaste y a la que hace años que perdiste la pista, pero no lo es tanto que gente con la que compartiste trabajo, estudios o cualquier otra cosa y que ya entonces no te caía bien te agregue por el mero hecho de que te conoce, ni que lo hagan esas otras amigas a las que dejaste atrás ni, por supuesto, tu jefa, a la que en absoluto te apetece invitar a tu vida digital (bastante tienes ya con verla todos los días) ni que sepa que no sale demasiado bien parada en algunas de las cosas que escribes tú o tus amigos. Lo curioso es que no basta con que te agregue al Facebook y que veas su nombre en un aviso por correo electrónico, sino que encima tiene la desfachatez de informarte en persona de que te ha añadido a su lista (en ese momento, 221) de amigos, una osadía que te lleva a sustituir tu plan inicial de dejar que la invitación caducase sola por otro más agresivo: «Voy a ignorarte porque en mi lista de amigos sólo están mis amigos».

6 comentarios en “Facebook, un invento del demonio

    1. En parte sí. Tiene sus cosas buenas, como que si alguien te deja un mensaje se queda ahí, a la vista, o te avisan por correo electrónico, a diferencia de Twitter, que es más complicado de seguir. Precisamente dejé de usarlo (sigo teniendo mi cuenta, pero apenas entro) porque me gusta leer lo que los demás escriben, y era imposible. Facebook tiene sus cosas buenas, pero también sus cosas malas, como las solicitudes de amistad indeseadas.

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  1. Creo que lo voy a dejar correr 😛 Además, ya puestos, me tendría que demandar mi husband, que se me adelantó en el propio ‘Facebook’. En cualquier caso, creo que estamos de acuerdo en que el invento es francamente mejorable.

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  2. […] que sean atractivos para los buscadores, aunque no fue ese el motivo por el que puse ese título); Facebook, un invento del demonio (aquí acaban todos los que buscan cosas malas sobre Facebook) y el texto con las fotos que mi […]

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