Flores, anillos, pájaros y muñequitos

Grosso modo, esos son los elementos básicos de cualquier invitación de boda. Normalmente aparecen solos, pero en algunas ocasiones se funden para alumbrar una sinfonía de cursilería capaz de fundir los ojos más sensibles. Parece una tontería, pero es extremadamente complicado encontrar invitaciones sin flora, ni fauna, ni alianzas, ni pretenciosos, alambicados y horteras diseños que, por supuesto, están englobados bajo epígrafes como modernas o divertidas (de las tradicionales ni hablamos). Será que no soy ni moderna ni tengo sentido del humor, porque la mayoría me parecen un horror.

La invitación del relojDespués de unas cuantas batidas digitales, en las que hemos encontrado desde imperdonables atentados estéticos hasta invitaciones metidas en cajitas que incluyen una bolsita con arroz, con granos de café (por más que lo pienso no pillo lo del café) e incluso con un reloj (es verídico, y adjunto como prueba una foto), ayer decidimos hacer nuestra primera excursión en busca de la manera ideal de comunicar a nuestros seres queridos el feliz acontecimiento (esta cursilada la he copiado de uno de esos sitios web de invitaciones, detalles y mariconadas bodorrísticas varias).

Visitamos un par de papelerías, y en la segunda, Paper Fields, comprendimos cuál era nuestro problema para encontrar una invitación que nos gustase: que vivimos en otra dimensión en la que los adjetivos bonito y precioso significan cosas totalmente distintas.

Junto a nosotros, otra pareja ojeaba catálogos de invitaciones, aunque no eran los dos futuros cónyuges, sino la novia y su madre (primer dato de lo poco que le importa al novio cómo comunicar a sus seres queridos el enlace o de lo poco que le importa a ella la opinión de él al respecto; me inclino por lo segundo).

Al cabo de un rato de escucharlas proferir ruiditos de admiración por las muestras que estaban viendo, decidí averiguar las maravillas que se escondían en aquel catálogo prodigioso que el lacio dependiente nos ocultaba, así que, con la discreción y el disimulo que me caracterizan (es decir, ninguno), les eché una ojeada a aquellas tarjetas celestiales. Si digo que eran las invitaciones más feas que he visto, me quedo corta. El shock y el hecho de que mi memoria selectiva decidiera esa tarde funcionar me impiden recrear o describir aquí tal espanto. No sabéis lo afortunados que sois.

Cuando ya casi me había recuperado, entró en la tienda uno de esos especímenes del tipo a mí me gusta mucho el diseño, así que he creado mi propia invitación. Esos -esa, en concreto, porque era una chica, que ya tenía el diseño de la invitación para algo que tendría lugar «el año que viene» (fue incapaz de precisar más)- son los peores, los que se afanan en imprimir originalidad a cada uno de sus actos, en una inexplicable obsesión por demostrar (o eso pretenden) que pueden hacerlo todo mejor que profesionales que se dedican a eso (sea lo que sea) desde hace años.

Después de dar la tabarra un rato con el rollo de su invitación (hecha con un montaje de fotos de los dos, puaj), se interesó por los obsequios para los invitados. Tras su inicial derroche de originalidad terminó mirando alfileres. Pro deum hominumque!

En cuanto a nosotros, vimos una incierta cantidad de catálogos (o sea, un montón), pero creo que ya sabemos cuál será la elegida. Por mucho que nos guste la del reloj, y por mucho que sepamos que con ella triunfaríamos, esa no es propia de nosotros, por lo que es más que probable que nos decantemos por otra muy diferente, que tiene muñequitos, aunque estos sí que encajan con nosotros.

Un comentario en “Flores, anillos, pájaros y muñequitos

  1. […] día fue el pasado 30 de enero, con casi un centenar), y el post más popular es el que dediqué a las invitaciones nupciales (unas 300 visitas), seguido de Lo que llevan todas las novias (unas 200), Vivir juntos, morir solos […]

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